Las palabras construyen todos los días nuestros relatos, nuestra historia, nuestra vida.
Muchas veces no somos conscientes de las palabras, pues estamos habituados a vivir de prisa, a vivir con ruido y actualmente a vivir distanciados por el uso de la tecnología.
Hemos dejado de contar historias, y nos limitamos a expresar sólo las situaciones superficiales que vivimos día con día, cada vez nos decimos menos y nos perdemos más en un mundo tan lleno, pero tan solo.
Las palabras siempre van a influir en nuestro cuerpo y en nuestra salud, generando mayor angustia, estrés, o felicidad.
Es importante darnos un tiempo para pensar en nosotros mismos, hablar de nuestra propia historia, ver que paso en nuestra infancia, saber si fuimos silenciados o invitados a valorar nuestra palabra y así existir.
Recordemos que el pasado es una constante presente en nuestra vida la infancia es lo que somos y seremos así que con nuestros hijos debemos tener en cuenta lo siguiente:
1.- Invita a tus hijos a decir y expresar emociones placenteras y displacenteras ya que las palabras que no se dicen a la larga crean dolor y ansiedad, como madres o padres tenemos la obligación de enseñarles a nuestros hijos la forma correcta de transformar los sentimientos negativos a positivos así cuando crezcan podrán enfrentar situaciones problemáticas sin que les genera angustia, ansiedad o estrés.
2.- Realiza preguntas que inviten a la retroalimentación. En lugar de preguntarle ¿Cómo te fue en la escuela? Pregunta por situaciones específicas como ¿alguien te ha hecho sentir mal el día de hoy? ¿Cómo es que te sientes cuando hace mucho frío? Las preguntas específicas evitan que la respuesta solo sea un bien, o un sí o un no, las cuales cortan los canales de comunicación.
3.- Evita transmitir tu agobio ante un problema o un día difícil a tus hijos, recuerda que es tu agobio y no el de ellos, esto solo provocara que ellos tengan una idea equivocada de la vida y que les genere preocupaciones que no les corresponden.
4.-No permitas que ningún integrante de la familia se refiera así mismo con palabras hirientes, como gorda, fea, tonta, etc., si nos acostumbramos a estas palabras le permitiremos no solo a las personas cercanas a decirlas, si no también abriremos la puerta de la normalización y nos acostumbraremos a permitirles a otras personas a que nos las digan, construyendo relaciones poco sanas o tóxicas.
5.- Has de la empatía un estilo de vida. Busca enseñarles a tus hijos la capacidad de comprender los sentimientos y emociones de los demás basándonos en el modelo de ponernos en el lugar del otro para evitar así críticas, enojos y sentimientos de culpa.
6.- Toma conciencia de las palabras que expresas de manera cotidiana, así podrás identificar si en tu lenguaje se encuentra presente la frustración, la angustia, el estrés o la felicidad.
7.- Dile por lo menos 5 frases diarias que le ayuden a saber cuánto amor les tenemos, “me alegra que seas mi hijo” “estoy orgulloso de ti” “siempre estaré ahí para ayudarte” “me gusta mucho tu compañía”
8.-Recuerdas que las palabras que decimos cuando estamos molestos, heridos o tristes dejarán huella no solo en ti si no en la vida de tus hijos.
Amate siempre, cambia la forma en la que te hablas y en la que le hablas a tus hijos, aprende a ser feliz empezando por tus palabras…
Y la recomendación de las palabras “Enamórate de ti” Walter Riso, Edit. Planeta.
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